Hoy era
un día de inmensa felicidad en la Colonia Tovar. Era lunes de resurrección.
Todos los niños estaban muy contentos porque sabía que llegaría el conejito.
Gran parte de los niños ya habían hecho el nidito en un rincón de su humilde
hogar para que el conejito les trajera sus tan deseados huevitos. Pero este
pelusin, el conejito de pascua era un conejito de pascua muy travieso y un poco
holgazán. Se había olvidado de pintar los huevitos, y estabas todos estos
huevitos pálidos, tristes del color de la leche.
Su padre le decía: _ Pelusin, no seas tan holgazán, los niños te están esperando, todavía estas a tiempo de decorar los huevitos. No puedes esperar que se vaya el día. Piensa en esos pobres niños.
Su padre le decía: _ Pelusin, no seas tan holgazán, los niños te están esperando, todavía estas a tiempo de decorar los huevitos. No puedes esperar que se vaya el día. Piensa en esos pobres niños.
Al
final a regañadientes, Pelusin puso manos a la obra. Pero como iba a
decorarlos. Y se inspiro profundamente. No iba a pintarlos como los demás
conejos. Siempre de los mismos colores: (azul, verde, rojo, naranja). Así que
fue donde vivía su abuela, que hacia un rico chocolate, y le pidió ayuda.
Juntos derritieron un rico chocolate. Tenia que ser una gran olla porque eran
muchos huevos. Al mediodía ya todos los huevos estaban rodeados de un apetitoso
chocolate, y además olían riquísimo. Pero Pelusin, que estaba más inspirado que
Van Gogh, fue al bosque encantado, en donde se encontraban los más majestuosos
colores.
Así que
invento unas maravillosas mezclas, y pinto los huevos de unos colores increíbles.
Eran de unos violeta magenta, dorados y plateados, azules como el cielo y
muchos colores rojos como las moras y manzanas.
Pero
Pelusin, que además era muy travieso se llevo su cesta cargada de huevos, pero
no se los puso en los niditos. Se los escondió en los lugares más impredecibles
en donde vivían los niños. Y así como vino, se fue al país de los conejos de
Pascua. Eran ya las seis de la tarde y había sonado la última campanada de la
iglesia. Pedrito iba todo desmoralizado a su casa hasta que se tropezó debajo
de una mata de moras con un huevito muy peculiar. Era de unos esplendidos
colores. Pedrito regó la voz por todo el pueblo, y ya cerca del anochecer todos
los niños habían encontrado sus huevos de pascua. Pero les costo mucho
descubrirlos. Porque nuestro simpático pelusin no se lo había hecho fácil. Y
por eso dicen que en día de pascua los niños tienen que buscar muy
detenidamente por toda su casa y jardín, porque si no lo hacen se quedan sin
sus huevos de pascua. No es que ya no hagan los niditos, pero ahora es más
divertido buscarlos, porque además los huevos de pelusin no son solo los más
bellos sino también tienen un encantador y rico chocolate. Colorín colorado,
este cuento ha terminado.
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